miércoles, 22 de diciembre de 2010

EL MAGNÍFICAT

El Magníficat (magnificat en latín) es un canto y una oración cristiana. Proviene del evangelio de Lucas Lucas 1:46-55 y reproduce las palabras que, según este evangelista, María, Madre de Jesús, dirige a Dios cuando visita a su prima Isabel, Lucas 1:13, madre de Juan el Bautista y esposa de Zacarías.

El nombre de la oración está tomado de la primera frase en latín, que reza Magnificat anima mea Dominum. Dentro de la Liturgia de las Horas, el Magnificat es el Canto Evangélico empleado en el rezo de las vísperas.

En aquel tiempo, María dijo: " Proclama mi alma la grandeza del Señor,y se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador;porque ha puesto sus ojos en la humildad de su esclava,
y por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:su nombre es Santo,y su misericordia llega a sus fielesde generación en generación.Él hizo proezas con su brazo:dispersó a los soberbios de corazón,derribó del trono a los poderososy enalteció a los humildes,a los hambrientos los colmó de bienesy a los ricos los despidió vacíos.Auxilió a Israel, su siervo,acordándose de la misericordia-como lo había prometido a nuestros padres-en favor de Abrahamy su descendencia por siempre. Lucas, 1, 46-55.

Sea cual sea el origen de este canto,lo que debemos de tener en cuenta es el sentimiento de alabanza a Dios, que transmite este canto en boca de María.

María en este canto, nos manifiesta su creencia en el Dios de la misericordia y no cree en un Dios terrible, amenazante y violento que recogia las antiguas escrituras. Por eso, según el Dios que da sentido a nuestra vida, así son los sentimientos que cada cual alimenta y contagia a los demás.

El problema preocupante, que plantea el Magnificat, está en que nuestro comportamiento en la vida no coincide con el proyecto de Dios. Dios nos plantea un cambio completo a las situaciones sociales. Pero somos nosotros, los que no estamos dispuesto a colaborar y llevar a cabo esos cambios, sino que hacemos todo lo contrario. Por eso lo soberbios, poderosos y ricos siguen en sus tronos, mientras que los humildes y hambrientos aumentan cada día.

Sea lo que sea de la historicidad de estos datos, lo que importa es la lección religiosa que plantea el evangelio de Lucas: cuando Jesús viene a este mundo, el sacerdocio enmudece y no tiene ya nada que decir, mientras que la mujer sencilla del pueblo sin importancia pronuncia el proyecto subversivo de la "misericordia" del Señor: "desbaratar los planes de los arrogantes, derribar del trono a los poderosos, encumbrar a los humildes, colmar de bienes a los hambrientos y despedir a los ricos con las manos vacías" (Lc 1, 50-53).

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