miércoles, 23 de marzo de 2011

EN CUARESMA DEBEMOS REFLEXIONAR SOBRE LA ORACIÓN DE PETICIÓN Y SÚPLICA.

La oración de petición y súplica es una de las manifestaciones más claras y frecuentes que se producen en la experiencia religiosa. Los estudiosos de la historia y la fenomenología de las religiones, aunque discuten sobre el origen último del fenómeno religioso, todos coinciden en que la oreción (de una forma o de otra) no falta en ninguna de las tradiciones religiosas de la humanidad. Como se ha dicho de la religión más antigua que se conoce, la de Mesopotamia, desde el momento en que el hombre cree tener por encima de él unos Señores a los que atribuye la omnipotencia y la facultad de intervenir en el mundo, ha sido inevitable que los humanos, en caso de necesidad, se vuelven hacia sus Señores del cielo, para tenerlos como protectores o interlocutores (J.Bottéro).

Por otra parte, la indigencia y la debilidad humanas son una experiencia que a los mortales nos acompaña siempre y de la que no podemos desprendernos. En estas condiciones, es lógico, es humano, recurrir con deseos, anhelos y súplicas a quien, de forma más o menos confusa, creemos que puede socorrernos o resolver una situación apurada. Por eso se ha dicho tantas veces, y con razón, que en la trincheras no hay ateos. El que se ve amenazado por un peligro serio, no duda en gritar, pedir auxilio, ayuda....Y con frecuencia, eso se hace acudiendo a Dios.(JM Castillo).

El fruto, el éxito y la eficacia de la oración está en la oración misma. Jesús pasaba la noches en oración. Y rezó intensamente antes de la pasión y en el momento mismo de morir. El fruto de la oración es la fuerza y la paz del Espíritu. Ese es el pan que el Padre siempre nos da. Porque es el que más necesitamos.

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