viernes, 1 de abril de 2011

CRUCIFIJOS Y CAPILLAS

Durante esta semana, he recibido varias veces un mismo correo desde varios destinatarios, en el cual me invitaba a votar en dos encuestas que realiza el periódico El País. Una sobre el uso de símbolos religiosos en las escuelas por la intención del Gobierno de eliminar los crucifijos de la escuela. La segunda sobre la existencia de capillas en las Universidades.

A nada más, que analicemos un poco los acontecimientos que nos rodean diariamente, podremos observar que todos ellos nos llevan, a la polémica. Posiblemente, reflejo de una sociedad, que vive en continua crispación. Todo ello, quizás motivado en la creencia de que solo tenemos derechos y pocas obligaciones. Circunstancias, que posiblemente nos lleve, a una alteración de nuestros valores. Especialmente, la del respeto a los demás.

Estos hechos, y especialmente el tema de los crucifijos, que concierne a nuestra creencia. Están siendo por nuestra parte, motivo de debates en nuestras tertulias diarias, por personas creyentes y no creyentes.

El tema de los crucifijos, para los creyentes, se centra principalmente en que se permita poner, o no, un crucifijo en la pared. Sin preguntarnos, posiblemente nada más. Quedándonos tranquilos y satisfechos, si conseguimos que no se quiten.
Pero, como siempre nos pasa, miramos hacia fuera, en lugar de mirar hacia dentro.

Nos hemos preguntado, si el tener, el crucifijo en los colegios religiosos de nuestra creencia, - en los cuales se supone, que debe de haber, uno en cada clase -, ha conseguido que nuestros jóvenes estén más comprometidos con Jesús y la Iglesia. Pues es notable, la ausencia de ellos en nuestra vida parroquial. Al parecer existen personas que se imaginan que por tener un crucifijo colgado en la pared, tenemos mayor educación cristiana.

Nos hemos preguntado, que explicaciones se le dan de ese crucificado. Las ideas y los criterios que representan a Jesús colgados en la cruz . O las ideas y los criterios por los cuáles crucificaron a Jesús.

Creo, que verdaderamente lo que nos debe de importar, y posiblemente hagamos que se interroguen, los jóvenes y los mayores, ES QUE NOSOTROS VIVAMOS Y NOS VEAN VIVIR COMO, VIVIO EL CRUCIFICADO, lo tengamos en la pared o no.

Sobre la polémica desatada últimamente en las Universidades, en relación a la existencia de capillas dentro ellas, quiero decir que lógicamente, estos acontecimientos son para mí de una gran preocupación.

En primer lugar, por que son el reflejo de la crispación social existente en estos momentos. Crispación social que ha llegado incluso a uno de los estamentos sociales, que debería servir de ejemplo de convivencia, tolerancia, respeto y diálogo. Porque si en la Universidad, lugar de fomento de ideas y principios, no existe los valores de la convivencia, tolerancia, respeto y diálogo de futuras generaciones, ¿ qué tendremos el día de mañana ?.

En segundo lugar, por que es lamentable que en un lugar - la Universidad -, donde se supone están personas con una cierta capacidad mental desarrollada por su formación intelectual y conocedora de los más mínimos derechos y las libertades de los ciudadanos, actué pisoteando esos derechos, ¿ qué personas tendremos el día de mañana ?.

El razonamiento lógico sería el de plantarse en primer lugar, si debe existir en una universidad pública una capilla o no. Ahora bien, si existe, que malo tiene que la usen para actos religiosos, sean de la religión que sea, si es un lugar creado para ello. Además donde esta la polémica, si es un acto voluntario, va el que quiere ir.

Yo creo que la Universidad, debe de ser un lugar de encuentro de culturas y pensamientos. De esta manera, podremos tener una generación responsable, tolerante, respetuosa, dialogante, dentro de los derechos y libertades que marca nuestra Constitución.

5 comentarios:

  1. Apreciado amigo Rafael:
    Como siempre, un claro y sano juicio el tuyo sobre estos asuntos (símbolo y capilla). Claro que es más importante el significado que el símbolo; el hecho religioso que el lugar, pero representarlos y tenerlos tambièn es necesario y conveniente.
    El problema, efectivamente,es la intolerancia, la ausencia de valores (incluso éticos) que se palpa cada vez con mas claridad. Y todo ello es la consecuencia de los años de ineducación, desinformación que vienen propiciando las políticas (malas polìticas) y que responden a un plan estratégico, del que ya hay conocimiento por ahí que se refleja en un Libro titulado ""Proyecto Zapatero, crónica de un asalto a la sociedad "", de Ignacio Arsuaga y Miguel Vidal, en él se ve gráficamente el origen, los sucesos y el porvenir que nos espera. Y, efectivamente, el problema será las generaciones que tendremos.
    Dios nos ayude.

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  2. ¡chapó, Rafa!
    abrazos cordiales. Tras la sem.Sta. nos tomamos un café sin falta en tu ciudad. OK?

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  3. Jamás lo podrias haber dicho mas claro... y espero que nuestras generaciones venideras sean iluminadas por Dios y cambien... mal vamos si no es así... Saludos y enhorabuena por este magnifico blog...

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  4. Solo me asomo a tu ventana de la clausura para dedicarte un saludo.

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  5. Es la primera vez que leo este blog, que considero interesante.
    Efectivamente la presencia del crucifijo debiera ser un reflejo de nuestros sentimientos y actitud de conversión al ver al extremo que llegó el Señor para salvarnos; pero si no se tienen esos pensamientos, siempre su imagen es un dardo de amor que nos llama, y nunca sabemos cuando fructificara ese llamamiento. Mejor es tener el signo que la desacralización de todo.
    Como ir a la capilla, efectivamente, es un acto voluntario, quienes no deseen la presencia del crucifijo, con no entrar solucionarían el problema. Pero no es esa la raíz, sino el odio que tienen muchos a la Iglesia Católica -y no a otras- porque Satanás impera en muchos corazones. Podríamos decir que es la perpetua lucha de san Miguel y Lucifer, estando a un nivel superior a nuestras fuerzas, por lo que para participar solo lo podríamos hacer por medio de la oración intensa y conversión personal para que otros se conviertan y salgan del mal. Con Dios, somos fuertes.

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