Evangelio según San Lucas
3,15-16.21-22
En aquel tiempo, el pueblo
estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería
Juan el Mesías; él tomó la
palabra y dijo a todos: - “Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más
que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con
Espíritu Santo y fuego”. En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y,
mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma e paloma,
y vino una voz del cielo: - “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.”
COMENTARIO.-
El domingo siguiente a la Epifanía del Señor, la Iglesia celebra su Bautismo, con
esta fiesta del Bautismo del Señor, cerramos el periodo litúrgico de Navidad y
comenzaremos la vida pública de Jesús. Esto
hace que nos preguntemos que, fue de la juventud de Jesús. Nada sabemos de
ella, de los pocos datos de su infancia, pasamos a sus treinta años.
En la corta historia de
Jesús, que vivió solamente hasta los treinta y poco más de años, hubo un
momento decisivo, el bautismo, que marca un antes y un después en su vida.
Hasta ese momento Jesús había sido un trabajador artesano, desconocido que
vivió en una aldea llamada Nazaret. Hasta que un día, sin duda, oyó hablar de
Juan Bautista, que predicaba y realizaba un bautismo de conversión, para
cambiar de vida. Jesús sintió en un momento de su vida, que él necesitaba aquel
bautismo, porque necesitaba un cambio de vida.
Pero si analizamos, el texto
evangélico bien, podremos observar que Jesús acude a un bautismo general, no fue nada
especial y preparado para Él. De aquí que, lo importante en el bautismo de
Jesús no es, su inmersión en el agua, buscando el arrepentimiento predicado por
Juan. Sino la salida del agua, pues en ese momento es donde Jesús acoge el
Espíritu del Padre. Es a partir de este momento cuando Jesús asume el proyecto
del Reino de Dios. Jesús anunciaba el Reino de Dios curando enfermos, aliviando
el hambre, el dolor y haciendo felices a los demás.
Al bautizarse, Jesús asumió
ese mismo proyecto: poner la relación con Dios, no en “lo sagrado”, sino en “la
vida que busca la honradez y la bondad”. Y eso es lo que proclamo la voz “Tú
eres mi Hijo, el amado, el predilecto.”
Por eso, hoy debemos de
reflexionar sobre cuál es nuestra relación con Dios. Estamos abierto a la
acogida del Espíritu de Dios, como Jesús. Asumimos el proyecto que Dios nos
dejó marcado en la vida de Jesús. Oh, bien por el contrario cerramos nuestra
puerta a la renovación del Espíritu, porque nos resulta más fácil conservar lo
que tenemos, que lo que debemos renovar.
DIFUNDID EL EVANGELIO.
PÁSALO.
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