jueves, 28 de marzo de 2013

EVANGELIO DEL JUEVES SANTO. JUEVES 28 DE MARZO 2013


Evangelio según San Juan 13,1-15.

Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.
Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo,
sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios,
se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura.
Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.
Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: "¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?".
Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás".
"No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le respondió: "Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte".
"Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!".
Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos".
El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están limpios".
Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?
Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy.
Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.
Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.

REFLEXIÓN.-

No existe en todo el Nuevo Testamento una introducción a cualquier capítulo tan impresionante como la que Juan nos presenta hoy en este texto evangélico. Lo que impresiona es, en primer lugar donde transcurre todo, en una cena. En la cual es sabido por parte de Jesús la traición que le llevará a la muerte. En segundo lugar la conciencia del deber, es la “hora de pasar de este mundo al Padre”. En tercer lugar la confianza en el Padre, pues Jesús sabía su origen, su destino, que Dios lo había puesto todo en sus manos. Y por último la gran experiencia del amor. Amar hasta el extremo de morir.

 Jesús antes de partir de esta vida, quiere que sus discípulos comprendan, con un gesto simbólico, lo que significa su misión: el lavatorio de los pies es la expresión del compromiso por el servicio a la comunidad que se le ha encargado. Es muy significativo que en el lugar en que los evangelios sinópticos colocan la última cena, Juan, sin decir una palabra sobre esta cena, describe el signo del amor y del servicio, porque cuando había llegado la hora, en el momento en que su misión termina, Jesús quiere demostrar su compromiso definitivo con la humanidad por medio del servicio.

No celebramos la ceremonia del lavatorio de los pies simplemente para recordar un episodio interesante y conmovedor de la vida de Jesús, sino para reconocer en una expresión sacramental la única manera posible de ser discípulos del Maestro, la de ser servidores.

Este fue el mandato que Jesús dejo para esa Iglesia que nacerá después en Pentecostés “lo que yo he hecho, hacedlo vosotros”.  Es decir, en la Iglesia no puede haber otra forma de mandato, que el servicio.  Jesús no solamente lo dice, si no que lo hace. Por eso, en la Iglesia ni se enseña ni se manda si previamente no se hace lo que se enseña.

En la Liturgia de hoy, conmemoramos también la institución de la Eucaristía. Hecho que nos permitirá más tarde reconocer a Jesús en el partir el pan. Compartir el pan es aceptarnos como hermanos. Compartir el pan es compartir la vida. Compartir el pan es compartir la entrega. Dejamos que Jesús nos dé su vida para poder, nosotros también, entregar nuestra vida dentro de este proyecto loco de Dios. Compartir el pan es comprometernos con el hermano concreto: con el que participa de la misma vida de Jesús en la eucaristía y con los hermanos solos, con los que sufren, los preferidos de Dios a los que Jesús se entrega cada día en cada eucaristía y en cada hombre y cada mujer que se compromete.

QUE TE RECONOZCAN A TI, COMO A JESÚS; EN EL COMPARTIR EL PAN.

DIFUNDID EL EVANGELIO. PÁSALO.

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