“Sígueme”,
con esta expresión de Jesús a Pedro, termina el evangelio del próximo domingo.
El
viernes pasado, reflexionábamos que una cosa es “lo que” se cree; y otra cosa es “en quién” se
cree. Y aunque a simple vista parece lo mismo, pues no es lo mismo. “Lo que” se
cree: se refiere a verdades, dogmas, normas, mandamientos, ritos, ceremonias…
Es, por tanto, un acto intelectual esencialmente. “En quién” se cree: se
refiere a personas. Que quiere decir esto, que tener fe en alguien, es fiarse
de esa persona, es decir, confiar, ser fiel (tener fidelidad). Claro aquí la
fe, ya no es esencialmente un acto intelectual, sino una experiencia, que nos
lleva a tener confianza, a fiarnos y ser fiel.
Lo
que, quiero decir con todo esto, es que,
no es lo mismo relacionarse con “verdades”, que relacionarse con “personas”. A
las verdades se las acepta con la cabeza y la razón. A las personas se las
acepta con el corazón y la vida.
Llevado
este razonamiento a nuestra fe cristiana, debemos de deducir, que antes que la
fidelidad a la “verdades” que enseñó Jesús, está la fidelidad a la vida que
llevó Jesús. Es decir, que nuestra fidelidad, nuestra fe, no nos debe de llevar
sólo a lo que dijo Jesús, sino, antes que eso, a la persona misma de Jesús,
porque esta es la única manera de poder seguir a Jesús, conociendo la persona
de Jesús. De lo contrario, descubriremos la admiración por Jesús, por lo que
dijo.
Y
esto es lo que verdaderamente existe hoy admiración por la persona de Jesús.
Prueba de ello es que, la figura de Jesús, no fue solamente admirada por las gentes
de su época, sino que ha sido admirada a todo lo largo de la historia. Hoy en
día, también sigue siendo admirada, no solamente entre las personas mayores,
sino entre las personas de todas las edades y especialmente entre los jóvenes.
Ahora bien, la cuestión es saber, como podremos ver en el evangelio del próximo
domingo, si Jesús lo que quiere es admiradores o seguidores. Lógicamente a nada
más que hagamos esa breve lectura superficial de los Evangelios, deduciremos
que Jesús lo que quiere son seguidores y no admiradores, como le dice a Pedro “Sígueme”.
La
pregunta es obvia: ¿entre los creyentes de hoy en día, existen más admiradores que seguidores, o viceversa? Podemos decir, que posiblemente existan más
admiradores que seguidores.
Y
digo esto, porque la admiración, se queda en lo maravilloso del personaje,
posiblemente en su divinidad y esto no requiere compromiso ninguno con Jesús.
El seguimiento requiere un encuentro con lo humano para encontrar lo divino, es
decir imitar a Jesús, vivir como Jesús y esto es ir en contra de muchos
principios dogmáticos sociales y eclesiales.
Por
eso, lo que hace más humano y construye el Reino de Dios en este mundo, son las
personas que se parecen e intentan vivir como Jesús y no las gentes que sólo lo
admiran y veneran.
Nuestra
fe será plena cuando seamos seguidores y no admiradores de Jesús.
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