lunes, 8 de julio de 2013

EL PAPA HA DEFENDIDO LA NECESIDAD DE RENOVAR LAS ESTRUCTURAS DE LA IGLESIA.

Como el herrero que calienta al rojo el hierro antes de empezar a darle forma, el Papa Francisco ha dedicado cuatro meses a preparar el cambio en el Vaticano, empezando por un cambio de actitud, para pasar después a un cambio de personas y, en una tercera fase, a un cambio de estructuras.

Una y otra vez da señales de libertad: al escoger su residencia, al simplificar las ceremonias, al dar su «luz verde» a la canonización de Juan XXIII dispensando del requisito de un segundo milagro, al organizar un viaje relámpago a la isla de Lampedusa para rezar por los inmigrantes que mueren en el intento de cruzar el Mediterráneo y visitar a los internados en centros de acogida, etc.

El sábado, en su última misa de las siete de la mañana en la Casa Santa Marta –antes de suspender esos encuentros por dos meses-, el Santo Padre fue rotundo: «En la vida de la Iglesia hay estructuras antiguas, caducas. ¡Es necesario renovarlas!».

La renovación forma parte de la esencia de la iglesia, comenzando con la de cada persona al recibir el bautismo: «Es una primera renovación de las estructuras. La Iglesia siempre ha ido adelante así, dejando que el Espíritu Santo renueve las estructuras de la Iglesia. ¡No hay que tener miedo a eso!».

Entre los fieles se contaba un buen grupo de reclutas de la Guardia Suiza, en general poco dados a la innovación y la espontaneidad, que le miraban asombrados.

El Papa subrayó que la Iglesia ha estado renovándose «desde el primer debate teológico sobre si para ser cristiano había que adoptar todas las costumbres judías o no. ¡Y dijeron que no! Los gentiles pueden entrar como lo que son, gentiles».

El peso de la rutina, el formalismo y la burocracia se notan demasiado en el Vaticano. Por eso el Papa invito a pedir a la Virgen «la gracia de no tener miedo a la renovación que realiza el Espíritu Santo, de no tener miedo a dejar caer las estructuras caducas, que nos aprisionan».

Como siempre, el Santo Padre ponía en primer lugar la renovación de las personas, insistiendo en que nadie puede decir «yo soy un buen cristiano. Todos los domingos voy a misa desde las 11 al mediodía. Y hago esto y lo otro…como si fuese una colección. La vida cristiana no es un collage, es una totalidad armoniosa y la crea el Espíritu Santo».

Con mucha frecuencia Francisco habla de coherencia, de unidad de vida entre la fe cristiana que se profesa y el modo en que se actúa en el trabajo, la familia y la sociedad. El sábado insistió en que la fe, el encuentro con Jesús, «renueva nuestro corazón y nos lleva a un estilo de vida diferente, que domina la totalidad de nuestra vida. No se puede ser cristiano a trozos, cristiano part-time. ¡El cristiano part-time no sirve! Hay que serlo a tiempo pleno».

Sus palabras ponían el colofón a tres meses de homilías tempraneras y breves en las que ha hablado a más de un millar de empleados del Vaticano, y saludado a cada uno de ellos al terminar la misa.

El Papa ha dicho que «hay tres tipos de cristianos: los pecadores, los corruptos y los santos. Los pecadores somos todos, los corruptos son los que no reconocen su pecado y no quieren cambiar». Ha denunciado con vigor el «carrerismo» de los eclesiásticos y la hipocresía, advirtiendo que «hacen mucho daño a la Iglesia». Es mejor que se vayan. El cambio de actitud está servido.

Celebramos este año el cincuentenario del Concilio Vaticano II, son estos gestos de su verdadera implantación. Desde luego es verdad, que el Espíritu actúa en su momento, de aquí que nunca es tarde si la dicha es buena.

Nos vienen tiempos grandes en la Iglesia, tengamos nuestro corazón y nuestra mente abiertos a esos cambios.

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