sábado, 8 de febrero de 2014

EVANGELIO DOMINGO 9 DE FEBRERO 2014. QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Evangelio según San Mateo 5, 13-16

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?. No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo".

COMENTARIO.-

Posiblemente, nos encontramos ante uno de los textos más bonitos y significativos de lo que debe ser el verdadero compromiso de la vida cristiana en el mundo; del verdadero compromiso del seguidor de Jesucristo en el entorno que le ha tocado vivir.

El evangelio de este domingo utiliza tres metáforas (la sal, la luz, la ciudad en lo alto de un monte) para explicar cómo ha de ser la conducta de los discípulos y seguidores de Jesús.

Seguramente, la metáfora más complicada es la de la sal. Porque Jesús la relaciona, no con los alimentos, sino con la tierra. Lo más probable es que Jesús se refería al hecho de que la sal no es para sí misma, sino para los demás, para utilidad de otras cosas. Hoy en día, es muy fácil escuchar en nuestra Iglesia, lamentos de que nos sentimos perseguidos, pisoteados, marginados. Siendo nuestra postura, ante estos acontecimientos, de culpar siempre a los que están fuera de la Iglesia. Por eso deberíamos hoy preguntarnos, ¿somos verdadera sal en la tierra? Jesús dijo: " si la sal se vuelve sosa. No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente”.

La metáfora de la luz, nos viene a decir, que a juicio de Jesús, la forma de vivir del creyente tiene que ser como una luz para cuantos la conocen y punto de referencia para los que no la conocen. La luz, no es solo para los que están dentro de la casa, la Iglesia, sino más bien para los que están fuera de la casa.
La luz, no es sólo para alumbrar, sino también para guiar, a los que están alejados y en la oscuridad. Nuestra luz debe iluminar vida, que quien la ve se siente motivado para creer en Dios.

Las dos metáforas coinciden en algo muy importante. Si permanece aislada en un recipiente, la sal no sirve para nada. Solo cuando entra en contacto con los alimentos y se disuelve con la comida, puede dar sabor a lo que comemos. Lo mismo sucede con la luz. Si permanece encerrada y oculta, no puede alumbrar a nadie. Solo cuando está en medio de las tinieblas puede iluminar y orientar. Una Iglesia aislada del mundo no puede ser ni sal ni luz.

La metáfora de la ciudad en lo alto del monte expresa claramente, como dice el texto, lo que no se debe de ocultar, es decir lo que todo el mundo debe de ver. Por tanto, la vida del creyente ha de ser tan transparente, que no tenga nada que tapar o disimular, de forma que pueda estar siempre a la vista de todos. Nuestra Iglesia debe ser esa ciudad en lo alto del monte. Una ciudad que llama a acoger a todos, por su estilo de vida.

El Papa Francisco ha visto que la Iglesia vive hoy encerrada en sí misma, paralizada por los miedos, y demasiado alejada de los problemas y sufrimientos como para dar sabor a la vida moderna y para ofrecerle la luz genuina del Evangelio.

INTENTEMOS SER FELICES Y HACER FELICES A LOS DEMÁS CON SAL Y LUZ DE CRISTO EN NUESTRO LUGAR DE VIDA.


DIFUNDID EL EVANGELIO.PÁSALO.

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