lunes, 28 de abril de 2014

LA CANONIZACIÓN DE JUAN XXIII Y JUAN PABLO II. MOTIVO DE REFLEXIÓN PARA EL CAMINO A SEGUIR POR LA IGLESIA.

Ayer domingo, se vivió una jornada histórica en la Ciudad del Vaticano.

El Papa Francisco canonizó a dos de sus antecesores, Juan XXIII y Juan Pablo II, en presencia de su inmediato antecesor, el Papa emérito Benedicto XVI. Más de un millón de fieles abarrotaron la Ciudad Eterna. En su mayoría, los antiguos “papaboys”, que siguieron a Juan Pablo II por todo el mundo, y que hace nueve años gritaron aquel “santo subito” desde esta misma plaza. Y es, que la canonización de Juan Pablo II ha sido la más rápida de la bimilenaria historia de la Iglesia.

Desde hace unos años atrás, en la Iglesia hemos emprendido un camino de llevar a los altares a un número elevado de personas, cosa que antiguamente no era así, pasaban muchos años sin que nadie subiera a los altares. Posiblemente este cambio, venga encaminado en la actualidad a recordarnos a todos, como a través de una vida sencilla de nosotros en el mundo que nos rodea también podemos ser santos. A la vez, que nos recuerda también, que estas beatificaciones y canonizaciones pueden llevar a una imagen de mayor compromiso social de todos los que formamos parte de la Iglesia, a través de sus santificados.

Pero, lo que posiblemente nos llamará ayer, un poco a la atención es la canonización de dos Papas contemporáneos y tan distintos a la vez.

Mi reflexión de hoy, no va encaminada a dudar por ningún momento de las canonizaciones de Juan XXIII y Juan Pablo II, ni mucho menos a sus pontificados, que como cualquier obra humana están llenos de luces y sombras. Pero sí, a pensar, si el Papa Francisco durante su primer año de pontificado, ha querido preparar este acontecimiento para hacernos reflexionar un poco hacía donde le pedimos a él que encamine el rumbo de la Iglesia.

Y, digo esto, por es notorio la gran diferencia del mensaje que nos transmitían ayer los dos papas canonizados. Por un lado tenemos a Juan XXIII, un Papa que en tan sólo cinco años de pontificado, supo quitar el paso de rosca apretada que la Iglesia con respecto al mundo. Juan XXIII, abrió las puertas de la Iglesia al mundo, con el Concilio Vaticano II que empujó a la Iglesia católica al siglo XX después de 450 años anclada en la Contrarreforma de Trento. Por su parte, Juan Pablo II con 25 años de pontificado, llenos de una gran actividad pastoral, sin duda alguna; creo que no supo continuar esa apertura de la Iglesia a las necesidades del mundo del siglo XX.

La llegada del Papa Francisco, a su puesto nuevamente una visión nueva de la Iglesia en el mundo. Una visión, que posiblemente haya creado sus más y su menos en los muros vaticanos, llegando al planteamiento de hacia dónde encaminamos la Iglesia.

Porque, a mi juicio, las semejanzas entre Juan XXIII y Francisco van más allá de su talante y de sus gestos. La sintonía se manifiesta en su espíritu reformador del cristianismo con la mirada puesta en el Evangelio desde la opción por el mundo de la exclusión y el compromiso por la liberación de los empobrecidos. Juan XXIII y Francisco coinciden en la necesidad de construir una “Iglesia de los pobres”.

Juan XXIII era consciente de que la humanidad estaba viviendo un cambio de era y la Iglesia católica no podía volver a perder el tren de la historia, sino que debía caminar al ritmo de los tiempos. Era necesario poner en marcha un proceso de transformación de la Iglesia universal en sintonía con las transformaciones que se sucedían en la esfera internacional. Francisco es igualmente consciente de estar viviendo un tiempo nuevo, lo que le exige dejar atrás los últimos 35 años de involución eclesial que pesan como una losa y activar una nueva primavera en la Iglesia en sintonía con las primaveras que vive hoy el mundo.


Importante también es destacar la figura del Papa emérito Benedicto XVI ayer, como símbolo de si en la Iglesia se pueden hacer cambios. ¿Por qué quien pensaba que un Papa podía dimitir?

1 comentario:

  1. Me parece una excelente y acertada reflexión que pone de manifiesto la división en el seno de la Iglesia de Roma. Una reflexión que valoro especialmente porque está hecha desde la libertad de conciencia y expresión por un católivo que sin ser mirmbro de la Iglesia Jerárquica Clerical, tiene una buena formación teológica y doctrinal que para sí quisieran muchos obispos y curas. Y como ciertamente no se puede servir a dos Señores, Francisco tendrá que decantarse por uno de los sectores que supongo será el más evangélico. Pero tendrá que hacerlo de la forma menos traumática y pienso sinceramente que así lo hará. La Unidad de los Cristianos es hoy más factible pero no será plena. Algunos católicos ultraconservadores abandonarán y sectores protestantes y ortodoxos ultras no se unirán pero en cualquier caso la Iglesia de Cristo saldrá reforzada.

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