sábado, 21 de junio de 2014

EVANGELIO DOMINGO 22 DE JUNIO 2014. FESTIVIDAD DEL CORPUS CHRISTI

Evangelio según San Juan 6,51-58

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que come de este pan vivirá siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo". Disputaban entonces los judíos entre sí:"¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?". Entonces Jesús les dijo: "Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre no tenéis vida en vosotros. El que como mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que como carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo; no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que como este pan vivirá para siempre".

COMENTARIO.-

Celebrar la eucaristía es revivir la última cena que Jesús celebró con sus discípulos la víspera de su ejecución. Ninguna explicación teológica, ninguna ordenación litúrgica, ninguna devoción interesada nos ha de alejar de la intención original de Jesús. ¿Cómo diseño él aquella cena? ¿Qué es lo que quería dejar grabado para siempre en sus discípulos? ¿Por qué y para qué debían seguir reviviendo una vez y otra vez aquella despedida inolvidable?

Jesús quiso que los suyos nunca olvidaran lo que había sido su vida: una entrega total al proyecto de Dios. Se lo dijo mientras les distribuía un trozo de pan a cada uno: «Esto es mi cuerpo; recordadme así: entregándome por vosotros hasta el final para haceros llegar la bendición de Dios». Celebrar la eucaristía es comulgar con Jesús para vivir cada día de manera más entregada, trabajando por un mundo más humano.

Jesús quería que los suyos se sintieran una comunidad. A los discípulos les tuvo que sorprender lo que Jesús hizo al final de la cena. En vez de beber cada uno de su copa, como era costumbre, Jesús les invitó a todos a beber de una sola: ¡la suya! Todos compartirían la «copa de salvación» bendecida por él. En ella veía Jesús algo nuevo: «Ésta es la nueva alianza en mi sangre». Celebrar la eucaristía es alimentar el vínculo que nos une entre nosotros y con Jesús.

Es notorio, como los cristianos estamos abandonando la misa dominical, como estamos dejando que la misa " se pierda " sin que esto provoque ninguna reacción entre nosotros. Y la verdad, es que no lo entiendo, pues ¿ no es la eucaristía el centro de la vida cristiana ?. ¿ Cómo podemos permanecer pasivos, sin capacidad de tomar iniciativa alguna ?. ¿ Por qué la jerarquía permanece tan callada e inmóvil ?.

Por eso, en esta semana de abundantes actos " eucarísticos ", conciertos, pregones, exposiciones, etc... Yo quisiera plantear las siguientes preguntas:

- ¿No necesita la Iglesia una experiencia más viva de la Eucaristía, que la que ofrece la liturgia actual?

- ¿Es la liturgia que venimos repitiendo desde siglos la que mejor puede ayudar en estos tiempos a los creyentes a vivir lo que vivo Jesús, y recapitular para que vivió y murió?

- ¿Estamos seguros de estar haciendo hoy bien lo que Jesús quiso que hiciéramos en memoria suya?

Pues lógicamente, no puedo entender cómo podemos adorar al Santísimo Sacramento en la procesión del Corpus Christi y no participar de su fuente de adoración en la Eucaristía.

La Eucaristía hace memoria de Jesús, nosotros tenemos que hacer viva esa memoria.


CORPUS CHRISTI. LA EUCARISTÍA HACE MEMORIA DE JESÚS.

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