viernes, 14 de noviembre de 2014

LA GRAN REFORMA DE LA IGLESIA, ESTA EN ARRIESGARSE A LOS NUEVOS TIEMPOS

Sirva esta pequeña reflexión de hoy, como preámbulo al comentario del evangelio del próximo domingo.

Rara es la reunión que se tiene últimamente, que no salga el tema de que la Iglesia necesita una gran reforma. Muchos, porque ven como cada día acuden menos personas a la Iglesia, ya incluso hasta para casarse; pues va en aumento el número de matrimonio civiles. Otros, piensan que las reformas deben de ser inminentes, pues observan como estamos volviendo a pensamientos y costumbres que son de tiempos pasados, que más se adoptan por motivos de seguridad, de que esto dio resultado, que por una verdadera solución.

Aunque la verdad sea dicha, de que no paso por unos buenos momentos personales, lo cual hace que muchas veces las cosas no se vean, con la lucidez que uno quiere ver, la mayor reforma que la comunidad cristiana católica debe de llevar a cabo, es la recuperación y la vuelta a los mensajes evangélicos a la luz de los signos de los tiempos y la experiencia personal de cada uno de Dios.

Es verdad, que los teólogos y pensadores de la filosofía cristiana a lo largo de los siglos han realizado un gran esfuerzo por acercarnos al misterio de Dios formulando diferentes construcciones conceptuales que vinculan y diferencian a las personas divinas en el seno de la Trinidad. Esfuerzo, sin duda, legítimo, nacido del amor y el deseo de Dios.

Jesús, sin embargo, no sigue ese camino. Jesús invita a sus seguidores a vivir como hijos e hijas de un Dios cercano, bueno y entrañable, al que todos podemos invocar como Padre querido. Lo que caracteriza a este Padre no es su poder y su fuerza sobrenatural, sino su bondad y su compasión infinita. Nadie está solo. Todos tenemos un Dios que nos habla en nuestra conciencia, nos comprende y nos llama a actuar con amor y haciendo el bien a los demás. Jesús nos descubre que este Dios tiene un proyecto nacido de su corazón, en nuestro corazón: construir entre todos sus hijos e hijas un mundo más humano y fraterno, más justo y solidario. Jesús lo llama "reino de Dios" e invita a todos a entrar en ese proyecto del Padre buscando una vida más justa y digna para todos empezando por sus hijos más pobres, indefensos y necesitados.

De aquí, creo yo, que debe de venir la gran reforma y principal hoy dentro de nuestras comunidades en estos momentos. Debemos de empezar a vivir el Dios de Jesús, y no el Dios de nosotros. Debemos de dejarnos de tantas leyes y cumplimientos eclesiásticos, que nos llevan más que a una experiencia divina, a una experiencia del miedo divino, como nos dirá el evangelio de mañana domingo, con el pobre hombre que escondió su talento, por miedo a Dios.

Tenemos que arriesgarnos a emprender nuevos caminos, nunca tiempos pasados fueron mejores, no se trata de conservar de guardar las viejas normas y costumbres como el del un solo talento, ni de ser un tapón que obstaculice el circular la alegría del Evangelio por las arterias de la vida (Manuel Blanco), NO. Tenemos que arriesgarnos.


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