Evangelio según San Juan 3,
14-21.
"En aquel tiempo dijo
Jesús a Nicodemo:"Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto,
así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en él
tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para
que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el
mundo se salve por él. El que cree en él no será condenado; el que no cree, ya
está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único Dios. Esta es
la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron
la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra
perversamente detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado
por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que
se vea que sus obras están hechas según Dios".
COMENTARIO.-
Para comprender bien el
evangelio de este domingo, deberíamos de leer los catorce primeros versículos
de este tercer capítulo del evangelio de Juan. En primer lugar, para conocer la
figura de Nicodemo y el primer diálogo que Jesús mantiene con él, donde le
recuerda que para seguirlo, debemos de nacer de nuevo, del agua y del Espíritu.
Nicodemo, cuyo nombre
significa “el que vence al pueblo”, aparece varias veces en el evangelio de
Juan (3,1-21; 7,50-52; 19,39). No es un cualquiera. Por su filiación religiosa
es un fariseo, es decir, un rígido observante de la Ley, considerada como la
expresión suprema e indiscutible de la voluntad de Dios para el ser humano. Es
el primer rasgo que señala Juan antes del nombre mismo. Nicodemo se define como
hombre de la Ley antes que por su misma persona. Juan añade otra precisión
sobre el personaje: en la sociedad judía es un “jefe” título que se le aplica
particularmente a los miembros del Gran Consejo o Sanedrín, órgano de gobierno
de la nación (11,47). En éste, el grupo de los letrados fariseos era el más
influyente y dominaba por el miedo a los demás miembros del Consejo (12,42). Nicodemo
habla en plural (3,2: sabemos). Es, pues, una figura representativa. La escena
va a describir, por tanto, un diálogo de Jesús con representantes del poder y
de la Ley. Nicodemo llama a Jesús “Rabbí” (3,2) término usado comúnmente para
los letrados o doctores de la Ley que mostraban al pueblo el camino de Dios.
Así es como este fariseo adicto ferviente de la Ley, ve a Jesús. Es extraño,
porque hasta el momento, Jesús no ha dado pie para semejante interpretación de
su persona.(Koinonia).
La conclusión que debemos de
extraer del evangelio de este domingo, es que Dios no se hizo presente en este
mundo, en la persona y vida de Jesús, porque se sintiera ofendido, indignado e
irritado. Dios se hizo presente en el mundo, en el hombre de Jesús de Nazaret,
porque quiere tanto al mundo, que no soportaba más estar lejano, distante,
desconocido.(Castillo).
Y lógicamente, Dios no quiso
tampoco el sufrimiento de Jesús en la cruz, ni Jesús fue abandonado por Dios.
Si no que fuimos nosotros los hombres, los que no quisimos ver en Jesús la
salvación del mundo. Su estilo de vida molestaba a los poderosos, y por eso
decidieron matarlo. En Jesús, se realizó la verdad de Dios, para que nosotros
viéramos que sus obras y su manera de vivir es el único camino de construir el
Reino de Dios en la tierra.
Por eso el evangelista nos
dice:"que la luz vino al mundo", y que esa luz es la verdad. Dios se
humanizó en Jesús. Por eso nosotros, en la medida que nos hacemos tan humano
como Jesús, estamos dando la luz que vino al mundo, porque esa luz es la
verdad, que es el amor de Dios. Jesús es, antes que nada, el «regalo» que Dios
ha hecho al mundo, no sólo a los cristianos.
La razón de ser de la
Iglesia, lo único que justifica su presencia en el mundo es recordar el amor de
Dios. Lo ha subrayado muchas veces el Vaticano II: La Iglesia «es enviada por
Cristo a manifestar y comunicar el amor de Dios a todos los hombres». Nada hay
más importante. Lo primero es comunicar ese amor de Dios a todo ser
humano.(Pagola).
El próximo jueves 19 de
marzo, festividad de San José, se celebra en España, el Día del Seminario, este
año bajo el lema: “SEÑOR, ¿QUÉ MANDÁIS HACER DE MÍ?
-leer, el post que escribiré el próximo miércoles sobre el día del seminario-.
Este acontecimiento, que en muchas Iglesias locales adelantaremos a la
celebración de la eucaristía dominical, ya que en muchos lugares, el lunes, día
de San José no es festivo.
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