viernes, 13 de marzo de 2015

OTRA IGLESIA ES POSIBLE. DOS AÑOS DEL PAPA FRANCISCO.

Es difícil después de dos años, escoger una sola frase o un gesto que nos permita sintetizar estos dos primeros años del pontificado del Francisco al frente de la Iglesia católica. Muchos posiblemente nos quedamos con su primera aparición en el balcón  con su cruz de obispo en plata, otros con su renuncia a los aposentos vaticanos y su decisión de vivir en la residencia Santa Marta, otros con el lavatorio de los pies a los presos o con la imagen de los desfavorecidos sentados a su mesa. Pero sin duda alguna, para mí la mejor imagen es la de sus zapatos gastados, pues es el claro reflejo del camino andado.

Al cabo de dos años, las fotografías «inolvidables» del Papa Francisco podrían llenar libros enteros. Si una imagen vale más que mil palabras, su ejemplo personal y su estilo refrescante valen más que mil encíclicas.

Dos años de sorpresas continuas a cargo de un Papa sencillo y cariñoso ha hecho mucho bien. La mayoría de los católicos están orgullosos de un Papa que desborda humanidad. Entre los judíos crece el entusiasmo. Según el rabino jefe de Roma, Riccardo Di Segni, «ahora vienen tantos judíos a conocer al Papa Francisco que deberíamos abrir una sinagoga en el Vaticano».

A los protestantes, musulmanes e incluso ateos les gusta un Papa que logra comunicar, mediante gestos claros y un lenguaje sencillo, con el ciudadano de a pie. Muchos ciudadanos lo ven como un ejemplo para sus propios gobernantes.

Pero él mismo advierte que la «Franciscomanía» no va a durar. El primer Papa venido de América ha traído muchos cambios en la música, pero no piensa hacerlos en la letra. Algunos inflan desmesuradamente las expectativas de cambio inmediato en los temas de comunión a los divorciados, papel de la mujer, etc. por mera superficialidad. Otros por mala intención, sabiendo que inflan un globo destinado a reventar.

El pasado 13 de marzo del 2013, tras el primer momento de sorpresa, casi todo el mundo pensó que la «luna de miel» duraría tres meses. Ha superado ya dos años. Y resulta claro que la «revolución» del Papa Francisco está solo en sus primeros pasos.

El cambio de estilo es universalmente conocido y aplaudido. Menos visible al gran público es el comienzo del cambio de actitud de la burocracia del Vaticano y de los obispos de todo el mundo. Francisco ha dicho que no quiere «obispos príncipes», ni «obispos de aeropuerto», sino personas que sepan escuchar «de corazón a corazón» a todos: a los católicos que practican, a los alejados, y a quienes ni siquiera son cristianos.

El cambio de actitud se nota ya en muchos de los fieles de a pie, más comprensivos respecto a los problemas de sus amigos, más dispuestos a ayudar a quien lo necesita, y más convencidos de que el Evangelio se enseña con el ejemplo y la sonrisa.

El mensaje de la exhortación apostólica programática «La alegría del Evangelio» se está abriendo paso de un modo silencioso pero eficaz. El segundo año de pontificado puede ser igual de apasionante.


Gracias Papa Francisco, han sido muchos años pensando que otra Iglesia era posible.

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