No está mal, que en estos
tiempos de cambios y de grandes perturbaciones, que están configurando una
nueva formar de pensamiento y, por lo tanto de comprender el sentido de la
vida, dediquemos un tiempo a reflexionar sobre nuestra fe religiosa.
Pues todas estas
circunstancias, hace que cada día que pasa, se haga más difícil el tema de la
fe religiosa. Cada día, podemos percibir que hay más gente, que anda hecha un lío
con esto de la fe religiosa.
Por eso, lo primero, que
debemos aclarar y dejar claro, es lo que entendemos por fe, o mejor dicho, el
concepto fe.
En la cultura griega, el
asunto el concepto de fe, significaba confianza. La fe era, pues, una actitud
de profundo respeto y credibilidad ante alguien o hacia alguien (hombres o
dioses). Se creía en aquella persona a la que se le concedía crédito. Por eso,
la falta de fe era lo mismo que desconfianza.
En la actualidad el concepto
de fe sigue siendo el mismo, la confianza total que una persona tiene en algo o
alguien, por ejemplo: ”Mis padres tienen mucha confianza en mí”, refleja la fe,
como valor humano, confianza en la persona.
Pero, cuando hablamos de la
fe, no nos referimos solamente a esa actitud de confianza en alguien personal, sino
que la palabra fe, tiene un concepto también ampliamente religioso. Desde este
ámbito, la fe, es el hecho de creer en Dios. De aquí las distintas creencias
religiosas, que conocemos según su fe.
En la religión católica, que
es la que profesamos nosotros, definimos la fe como "la primera de las
virtudes teologales: luz y conocimiento sobrenatural con que un ser se cree lo
que Dios dice y la Iglesia propone".
Pero la fe, tal como a
nosotros, se nos ha enseñado, se refiere, más bien, a “tener por verdadero lo
que Dios nos ha revelado”. Esto es lo que nos enseñaron en las clases de
religión, en los catecismos y en los sermones.
Lógicamente, aquí empiezan
los interrogantes, que muchos encontramos en el concepto de la fe religiosa. Ya
que convertimos la fe, en un esfuerzo por parte de la inteligencia humana por
penetrar en la Revelación. Pues la fe, no es, sólo verdades que se afirman, la
fe, es ante todo, una postura existencial, la fe es una actitud, es un compromiso
con Dios y con los hombres.
Teniendo en cuenta lo
anteriormente dicho, lo primero que, deberíamos tener claro, es una cosa. Y es
que, una cosa es “lo que” se cree; y otra cosa es “en quién” se cree. Y aunque
a simple vista parece lo mismo, pues no es lo mismo.
“Lo que” se cree: se refiere
a verdades, dogmas, normas, mandamientos, ritos, ceremonias… Es, por tanto, un acto
intelectual esencialmente. “En quién” se cree: se refiere a personas. Que
quiere decir esto, que tener fe en alguien, es fiarse de esa persona, es decir,
confiar, ser fiel (tener fidelidad). Claro aquí la fe, ya no es esencialmente
un acto intelectual, sino una experiencia, que nos lleva a tener confianza, a
fiarnos y ser fiel.
Lo que, quiero decir con
todo esto, es que, no es lo mismo relacionarse con “verdades”, que relacionarse
con “personas”. A las verdades se las acepta con la cabeza y la razón. A las
personas se las acepta con el corazón y la vida.
Llevado este razonamiento a
nuestra fe cristiana, debemos de deducir, que antes que la fidelidad a la
“verdades” que enseñó Jesús, está la fidelidad a la vida que llevó Jesús. Es
decir, que nuestra fidelidad, nuestra fe, no nos debe de llevar sólo a lo que
dijo Jesús, sino, antes que eso, a la persona misma de Jesús.
Por todo esto se comprende
que, en los evangelios, la fe se entiende como confianza en Jesús y como
fidelidad hacia Jesús. Pero no sólo del Jesús Resucitado, si no que antes de
nada, del Jesús, que recorrió los caminos y las aldeas de Galilea, y murió
crucificado en Jerusalén. Es decir, que la fe cristiana no puede prescindir de
la vida y de la historia de Jesús.
Así nos los demuestran y,
nos lo resuelven los estudios teológicos. Estos estudios, nos plantean que el
problema que ha presentado la propagación de la fe cristiana, es que esa fe
cristiana fue explicada, primero, por san Pablo (entre los años 50 al 55). Y
mucho más tarde (entre los años 70 al 80) fue explicada por los evangelios. Y
aquí, lógicamente empezó el dilema, ya que Pablo, no conoció al Jesús terreno.
Pablo sólo conoció al Cristo Resucitado. Y, por consiguiente, explicó la fe, no
como una experiencia que se refiere a algo que se vive en esta vida, sino como
una experiencia que se refiere a verdades que trascienden de este mundo y
tienen su centro en el otro mundo. Por eso, cuando Jesús les decía a los
enfermos: "Tu fe te ha salvado", se refería obviamente a que la
confianza y la fidelidad, que aquellas pobres gentes ponían a Jesús, las
liberaba de sufrimientos, penas y otras desgracias de esta vida. Mientras que,
cuando Pablo dice "estamos salvados por la fe", se refiere a la
salvación sobrenatural y eterna, algo que trasciende este mundo. Pero además,
la cuestión, se complica cuando caemos en la cuenta, de que Pablo presenta la
fe como fe en Cristo crucificado, que sufrió y murió por nuestros pecados, y
que así, con su pasión y su muerte, se constituyó en "sacrificio" de
"expiación", que aplacó la ira de Dios contra los pecadores. Hasta el
punto de que Pablo llega a decir que Dios "no perdonó ni a su propio Hijo,
sino que lo entregó por todos nosotros" (Rom 8, 32). (JM Castillo).
A nada más que realicemos un
reposado estudio de lo expuesto anteriormente, podemos concluir que, la fe que
resulta de todo esto, es una fe que:
1.- Consiste en aceptar
verdades que no podemos conocer porque no están a nuestro alcance.
2.- Consiste en aceptar a un
Dios que necesita el sufrimiento y la muerte de su propio Hijo, para perdonar a
los que le ofenden.
3.- Consiste, por tanto, en
creer lo que no podemos comprobar, ni demostrar, creer algo increíble, absurdo,
que parece, más una patología mental, que una virtud o excelencia que merezca
recompensa alguna.
Por todo esto, resulta
evidente que, para comprender la fe cristiana, tenemos que empezar por la fe de
Jesús y la fe en Jesús. Ya que de está manera, es la única de que podamos
conocer al Dios de Jesús, y por lo tanto comprender a Dios.
Porque según nuestra fe,
Jesús es el Hijo de Dios y es Dios, porque Jesús vivía y actuaba como Dios.
Por lo tanto, viendo y
comprendiendo a Jesús, se ve y se comprende a Dios. Que es justamente lo que el
mismo Jesús le dijo a Felipe en la última cena: "Quien me ve a mí está
viendo al Padre" (Jn 14,9). También en la carta a los Colosenses dice que
Jesús el Mesías es "imagen de Dios invisible" (Col 1,15), es decir,
el Dios escondido (Is 45,15) y oculto, absolutamente inefable (Sal 139,6; Job
36,26) y que habita en una luz inaccesible (1Tim 1,17), se ha hecho presente y
patente entre los hombres por medio de Jesús; o más exactamente en la persona y
en la obra de Jesús.
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