A esta altura de la crisis
económica que estamos padeciendo, queda sobradamente demostrado que la
causa fundamental de ella, ha sido la
codicia, la ambición, la inmoralidad, la deshonestidad y la poca vergüenza de
unos pocos que ha robado todo lo que han podido, con el pleno consentimiento de
las autoridades financieras, políticas y judiciales. Pagando las consecuencias
de todo este desmadre ético, los de siempre, los más desprotegidos de la
sociedad, los currantes, los que no tienen más poder que el de su trabajo
diario que le permite el sustento suyo y de su familia.
Pues bien, esto nos viene a
decir, que desde que el hombre inventó el dinero como medio de transacción de
sus bienes, creó también en él, las desigualdades e injusticias económicas que
tan desgracias han traído y traen en la historia humana.
Por eso, Jesús empieza en el
evangelio lo deja muy claro, " Nadie puede estar al servicio de dos amos.
Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al
primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero”.
Que nos quiere decir Jesús
con esto. Que Dios humaniza al hombre. Dios habla al hombre a través de su
conciencia, del amor, la igualdad, el compartir, la justicia, la entrega, la
confianza, la comprensión; mientras que el dinero también a lo largo de la
historia ha hablado a través del egoísmo, la desigualdad, la injusticia, la
incomprensión, la desconfianza, en definitiva la deshumanización. Por eso, no
podemos servir a Dios y al dinero.
Con esto, no quiero decir,
que para vivir el cristianismo, tengamos que vivir en la pobreza, porque la
pobreza no es digna del ser humano, ni Dios quiere la pobreza. Si existe la
pobreza, no es por Dios; es porque nosotros, vivimos dominados más por el
dinero y el olvido de los hermanos, que por el amor de Dios. Dios solo puede
ser servido por aquellos que promueven la solidaridad y la fraternidad. En
consecuencia, el problema no es ser rico, el problema es que los ricos y los
privilegiados son llamados a compartir sus bienes con los necesitados. Pues
mientras siga habiendo pobres y necesitados, toda la riqueza que la persona
acumule para sí misma, sin necesidad, es "injusta", porque está
privando a otros de lo que necesita.
Por eso, la larga
exhortación que Jesús continúa en el evangelio a no vivir angustiados por la
comida, el vestido y la casa, debemos interpretarla como una liberación del
" agobio ", y no como un abandono de la propia responsabilidad de
cada uno. Lo que Dios quiere es que hagamos posible dentro de la
responsabilidad de cada uno, una sociedad con unas condiciones de vida en las
que nadie tenga motivos razonables para sentirse agobiado por problemas de
comida, vestido y casa. Esto, es ante todo, " buscar el Reino de Dios y su
justicia”
En el Evangelio del domingo,
veremos como Jesús nos enseña la práctica de esta teoría.
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