Ya, el jueves 16 de Octubre
del 2014, reflexionábamos en este blog sobre este tema bajo el título DAR LA
COMUNIÓN A LOS DIVORCIADOS Y VUELTO A CASAR. Hoy, dejo nuevamente en el blog
ese post, pues será un tema que tendremos nuevamente sobre la palestra como
consecuencia de la publicación de la exhortación pastoral AMORIS LAETITIA. LA ALEGRIA DEL AMOR del Papa
Francisco donde se recoge las aportaciones del Sínodo de las Familias.
Así decía el post DAR LA
COMUNIÓN A LOS DIVORCIADOS Y VUELTOS A CASAR.
La prohibición de la
comunión eucarística a los católicos divorciados y vueltos a casar, forma parte
de uno de los debates del Sínodo de las Familias que se celebra de forma
extraordinaria en Roma.
Ante este nuevo revuelo en
esta cuestión, quiero hacer mi reflexión de hoy, reflexión que ya ha quedado
varias veces expresada en este blog.
Lo primero que deberíamos
preguntarnos, es de donde nace el problema.
Lógico es pensar, que el
problema, está en dos pilares desde mi punto de vista. Uno de ello y principal,
es el arrastre de unos pensamientos e ideas fijadas de otros tiempos. Y el
otro, es la lectura de los evangelios desde un punto de vista literal, olvidándonos
que los evangelios, fueron escritos en un contexto donde los estatus del hombre
y la mujer, son muy distinto a lo de nuestros tiempos.
Recordando el comienzo del
evangelio de Marcos, él cual empezaba diciendo: " Comienzo del evangelio
de Jesucristo, Hijo de Dios". Que nos quiere decir Marcos, que el
comienzo, el punto de partida, para conocer a Jesús es el
"Evangelio", que significa literalmente "Buena Noticia".
Ósea, que el evangelio nos debe de abrir a una nueva noticia, a una nueva
esperanza, a una nueva fraternidad, a un nuevo encuentro con Cristo y nuestros
hermanos, lógicamente en los tiempos en que vivimos. Es decir, que la lectura
de los evangelios, nos deben de ayudar a encontrar nuestro camino de salvación
en nuestros momentos y no en tiempos y circunstancias pasadas. El no hacerlo
así, es posiblemente no encontrar nuestra felicidad y lógicamente no encontrar
la felicidad de los demás. Y consecuencia de todo esto, es no encontrar a Dios,
porque a Dios lo encontraremos en nuestra felicidad y en la felicidad de los
demás.
Digo todo esto, porque
posiblemente realicemos una lectura algo literal y fundamentalista de los
pasajes evangélicos que tratan el tema del divorcio.
Vamos para ello a coger el
evangelio de Marcos, que es el primero que se escribe y el más cercano por
tanto a la tradición de Jesús, y que a la vez sirvió de apoyo a los demás
evangelistas, vamos a realizar una reflexión sobre él.
En aquel tiempo se acercaron
unos fariseos y le preguntaron a Jesús para ponerlo a prueba: - ¿Le es lícito a
un hombre divorciarse de su mujer?
Él les replicó: - ¿Qué os ha
mandado Moisés?
Contestaron: - Moisés
permitió divorciarse dándole a la mujer un acta de repudio.
Jesús les dijo: - Por
vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la
creación, Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre
y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. Lo que Dios
ha unido, que no lo separe el hombre.
En casa, los discípulos
volvieron a preguntarle sobre lo mismo.
Él les dijo: - Si uno se
divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y
si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.
Le presentaron unos niños
para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se
enfadó y les dijo: - Dejad que los niños se acerquen a mí; no se lo impidáis;
de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte
el reino de Dios como un niño, no entrará en él. (Marcos 10, 2-16).
Es curioso, como Jesús
empieza a explicar, "Por vuestra terquedad...". Si dejamos esa
terquedad atrás posiblemente podremos encontrar la buena noticia del evangelio
a nuestro tiempo.
Jesús comienza recordando,
que al principio de la creación, Dios los creó hombre y mujer. Es decir, los
creo de la misma carne, los creo iguales en todas las condiciones. Y esta
igualdad debe permanecer por siempre y no debe de ser destruida, negada,
despreciada por ningún hombre o mujer. Está igualdad que nace de Dios, el
hombre no la puede separar. Recordemos, que en tiempo en que Jesús pronuncia
estas palabras, la mujer no tenía ningún derecho, ni libertades e igualdades
con respecto al hombre. Por eso Jesús, les deja dicho, que la verdadera unión
entre el hombre y la mujer debe de nacer desde la igualdad, desde los mismos
derechos y libertades. Desde que esto no es así, la unión no es perfecta. Por
eso los discípulos al llegar a casa volvieron a preguntarle: "Si uno se
divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y
si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio".
Posiblemente volvieron a preguntar, porque su mentalidad de la época, no le
permitía comprender que la mujer tenía que ser igual al hombre en todo. Es
decir, que cuando la separación no se realiza desde la igualdad, comprensión,
compasión, respeto y misericordia, sino que, por el contrario se lleva desde la
humillación, desprecio, hundimiento del otro, se está actuando fuera de la ley
de Dios.
No trato de poner en
discusión la visión cristiana del matrimonio, lo que intento es pensar: ¿qué
actitud debemos de adoptar ante tantos hombres y mujeres, muchas veces amigos y
familiares nuestros, que han roto su unión matrimonial y viven en la actualidad
otra unión, que no está bien considerada por la Iglesia?
Debemos de recordar que los
divorciados que se han vuelto casar civilmente siguen siendo miembros de la
Iglesia. No están excomulgados; no han sido expulsados de la Iglesia. Luego si
esto es así, no tiene sentido participar en una comunidad eclesial, que no deja
sentarte a la mesa compartida de Cristo. Mesa compartida, que es el pleno
encuentro de la comunidad.
Por eso, les digo a todos
los divorciados que, cuando nosotros no os comprendemos, Dios Padre seguro que
os comprende y os habla en la voz de vuestra conciencia desde su infinita
misericordia, amor, comprensión y compasión. Desde vuestra conciencia, estáis
llamados a sentaros o no, en la mesa compartida del amor de Cristo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario