viernes, 22 de abril de 2016

LA VERDADERA NOVEDAD DE AMORIS LAETITIA



Amoris Laetitia está dedicada al amor. Basta prestar atención al subtítulo: "sobre el amor en la familia". En la introducción, dice que los dos capítulos centrales (IV y V) son los que están "dedicados al amor" (6). Al mismo tiempo, al inicio del capítulo IV, después de resumir la doctrina sobre el matrimonio y la familia, afirma con contundencia: "Todo lo dicho no basta para manifestar el evangelio del matrimonio y de la familia si no nos detenemos especialmente a hablar de amor"

En torno al gran tema del amor, hay dos grandes preocupaciones del Papa con respecto al matrimonio que atraviesan todo el documento:

1) Desarrollar una "pedagogía del amor", que oriente a los jóvenes hacia el matrimonio.

El documento destaca la necesidad de "presentar las razones y las motivaciones para optar por el matrimonio y la familia" (35), de "ayudar a los jóvenes a descubrir el valor y la riqueza del matrimonio" (205) y de "tocar las fibras más íntimas de los jóvenes, allí donde son más capaces de generosidad, de compromiso, de amor e incluso de heroísmo, para invitarles a aceptar con entusiasmo y valentía el desafío del matrimonio" (40). Pero concreta esta propuesta como "una pedagogía del amor que no puede ignorar la sensibilidad actual de los jóvenes, en orden a movilizarlos interiormente" (211).

2) Estimular el crecimiento del amor de los esposos.

Este segundo eje está mucho más acentuado que el primero. El Papa remarca que "hoy, más importante que una pastoral de los fracasos es el esfuerzo pastoral para consolidar los matrimonios y así prevenir las rupturas" (307). Y pregunta con dolor: "¿quiénes se ocupan hoy de fortalecer los matrimonios?" (52). Constantemente Francisco habla con gran realismo sobre los matrimonios "reales", con todos sus límites, dificultades, imperfecciones, luchas y duros desafíos. Muestra con crudeza que necesitan ayuda, sin dejar de agradecer que "muchas familias, que están lejos de considerarse perfectas, viven en el amor, realizan su vocación y siguen adelante, aunque muchas veces caigan a lo largo del camino" (57).

Pero el asunto es que "el amor matrimonial no se cuida ante todo hablando de la indisolubilidad como una obligación, o repitiendo una doctrina, sino afianzándolo gracias a un crecimiento constante bajo el impulso de la gracia" (134). Nunca "podremos alentar un camino de fidelidad y de entrega recíproca si no estimulamos el crecimiento, la consolidación y la profundización del amor conyugal y familiar" (89).

Entonces el gran objetivo es alentar "acciones pastorales tendientes a ayudar a los matrimonios a crecer en el amor" (208), desarrollar "ante todo una pastoral del vínculo, donde se aporten elementos que ayuden tanto a madurar el amor como a superar los momentos duros" (211). Del mismo modo, "la espiritualidad matrimonial es una espiritualidad del vínculo habitado por el amor divino" (315).

Francisco insiste a diestra y siniestra que "todo esto se realiza en un camino de permanente crecimiento. Esta forma tan particular de amor que es el matrimonio, está llamada a una constante maduración" (134). Nos recuerda que "el amor que no crece comienza a correr riesgos, y sólo podemos crecer respondiendo a la gracia divina con más actos de amor, con actos de cariño más frecuentes, más intensos, más generosos, más tiernos, más alegres" (134).

En ese camino del amor no se excluyen la sexualidad y el erotismo, ya que "Dios mismo creó la sexualidad, que es un regalo maravilloso" (150) y la dimensión erótica del amor es "don de Dios que embellece el encuentro de los esposos" (152). Francisco asombra a muchos al decir que la unión sexual es "camino de crecimiento en la vida de la gracia para los esposos" (74). Por lo tanto, la educación y maduración de la sexualidad conyugal "no es la negación o destrucción del deseo sino su dilatación y su perfeccionamiento" (149).

Invitando a los esposos a hacer renacer el amor en cada nueva etapa, les insiste que "de ningún modo hay que resignarse a una curva descendente, a un deterioro inevitable, a una soportable mediocridad" (232). El amor conyugal tiene que "renacer, reinventarse y empezar de nuevo hasta la muerte" (124).

Si no captamos y aplicamos estos dos grandes ejes, se nos escaparán las grandes preocupaciones del Sínodo y del Papa.


RD. José Antula.

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