jueves, 13 de octubre de 2016

PARA SEGUIR AL SEÑOR ES FUNDAMENTAL NO ENGAÑARNOS




Para seguir al Señor es fundamental no engañarnos, no decirnos mentiras y así no caer en la hipocresía, esa esquizofrenia espiritual que nos hace decir tantas cosas pero sin ponerlas en práctica. Es en síntesis cuanto dijo el Papa Francisco en su homilía de la misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.

Levadura buena y levadura mala: las galletas de la abuela

A partir del Evangelio del día, en el que Jesús invita a estar atentos ante la "levadura de los fariseos", el Santo Padre observó que "hay una levadura buena y una levadura mala". La levadura que hace crecer el Reino de Dios y la levadura que hace sólo aparenta en el Reino de Dios. Y afirmó que la levadura siempre hace levar, hace crecer, cuando es bueno, de modo consistente, sustancioso, con lo que se consigue un buen pan, una buena masa: crece bien. Pero "la levadura mala no hace crecer bien". Y para explicar este concepto, el Pontífice relató una anécdota de su infancia:

"Yo recuerdo que para Carnaval, cuando éramos niños, la abuela nos hacía unas galletas, y la masa era muy fina, fina, fina era la que hacía. Después la echaba en el aceite y aquella masa se hinchaba, se hinchaba... y cuando comenzábamos a comerla, estaba vacía. Y la abuela nos decía -en su dialecto las llamaban 'mentiras'- 'éstas son como las mentiras: parecen grandes, pero no tienen nada adentro, no hay nada de verdad allí; no hay nada de sustancia'. Y Jesús nos dice: 'Estén atentos a la levadura mala, a la de los fariseos'. ¿Y cuál es? Es la hipocresía. Estén bien atentos ante la levadura de los fariseos, que es la hipocresía".

Hipocresía, esquizofrenia espiritual o nominalismo existencial

La hipocresía, prosiguió diciendo el Papa, es cuando se invoca al Señor con los labios, pero el corazón está lejos de Él:
"Es una división interna, la hipocresía. Se dice una cosa y se hace otra. Es una especie de esquizofrenia espiritual. Además, la hipocresía es un simulador: parece bueno, cortés, pero detrás de sí tiene un puñal, ¡eh! Pensemos en Herodes. ¡Con cuánta cortesía -asustado por dentro- había recibido a los Magos! Y después, en el momento de la despedida les dice: 'Vayan, y después vuelvan y díganme dónde está este niño ¡para que también yo pueda ir a adorarlo!'. ¡Para matarlo!"

"El hipócrita que tiene doble cara", prosiguió el Papa. "Es un simulador. Jesús, hablando de estos Doctores de la Ley, afirma: 'Estos dicen y no hacen': es otra forma de hipocresía. Es un nominalismo existencial: aquellos que creen que, diciendo las cosas, arreglan todo. No. Las cosas deben ser hechas, no sólo dichas. Y el hipócrita es un nominalista, cree que con decir se hace todo. Además, el hipócrita es incapaz de acusarse a sí mismo: jamás encuentra una mancha en sí mismo; acusa a los demás. Pensemos en la pajita y en la viga, ¿no? Y así podemos describir esta levadura que es la hipocresía".

Decirse la verdad, no las mentiras

El Obispo de Roma invitó a hacer un examen de conciencia para comprender si crecemos con la levadura buena o con la levadura mala preguntándonos: "¿Con qué espíritu hago las cosas? ¿Con qué espíritu rezo? ¿Con qué espíritu me dirijo a los demás? ¿Con el espíritu que construye? ¿O con el espíritu que se vuelve aire?". Lo importante - concluyó diciendo el Papa - es no engañarnos, no decirnos mentiras, sino la verdad:

"¡Con cuánta verdad se confiesan los niños! Los niños jamás, jamás, jamás dicen una mentira en la confesión; jamás dicen cosas abstractas. 'He hecho esto, he hecho aquello, he hecho...': concretos. Los niños, cuando están ante Dios y ante los demás, dicen cosas concretas. ¿Por qué? Porque tienen la levadura buena, la levadura que los hace crecer como crece el Reino de los Cielos. Y que el Señor nos dé, a todos nosotros, el Espíritu Santo y la gracia de la lucidez para decirnos cuál es la levadura con la que yo crezco; cuál es la levadura con la cual yo actúo. ¿Soy una persona leal, transparente o soy un hipócrita?".

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